La construcción industrializada se perfila como una de las grandes palancas para modernizar el sector de la construcción en España. Este modelo permite reducir los plazos de ejecución, mejorar la eficiencia productiva y avanzar hacia una edificación más sostenible y de mayor calidad.
Sin embargo, su implantación masiva todavía se enfrenta a importantes desafíos: barreras tecnológicas y logísticas, adaptación normativa, escasez de mano de obra cualificada y la necesidad de integrar procesos digitales en un sector tradicionalmente artesanal.
Uno de los principales retos actuales es la falta de conocimiento sobre qué implica realmente la construcción industrializada.
Álvaro Nogueria, director de Ávita Tech, lo explicaba durante el observatorio Impulso Industrial: Transformando la Construcción en España:
“Uno de los grandes retos es saber explicar bien qué es la construcción industrializada. No tiene nada que ver con el modelo tradicional: es mucho más sostenible y cumple con los máximos estándares de calidad”.
Ávita Tech nació hace cinco años como un sistema de construcción industrializada y, gracias a la colaboración entre empresas, ha logrado desarrollar un producto sólido: cerca de 2.000 viviendas ya entregadas y más de 2.000 en proceso.
A pesar de su potencial, la vivienda industrializada sigue siendo poco conocida. Según el Barómetro Saint-Gobain sobre los Hogares 2024, solo el 6,3% de la población conoce este tipo de construcción.
Esto evidencia un claro déficit informativo, a pesar de que existen ejemplos reales y operativos, como los proyectos impulsados a través del Plan Vive.
La principal ventaja, según Cipriano Mendo, director de la Zona Centro Sur de Orona, es clara:
“La vivienda industrializada permite el premontaje desde fases muy tempranas, evitando la acumulación de gremios en obra, lo que se traduce directamente en ahorro de tiempo y mayor eficiencia”.
La sostenibilidad es uno de los grandes valores diferenciales de la construcción industrializada. Xavier Andreu, director comercial de BDR Iberia (BAXI), destaca que:
“Este tipo de viviendas impulsan el ahorro energético y fomentan la descarbonización”.
El uso de sistemas como la aerotermia, soluciones avanzadas de aislamiento, ahorro de agua y control energético permite reducir significativamente el impacto ambiental frente a la construcción tradicional.
Según los expertos del sector, la reducción de plazos de ejecución puede suponer hasta un 50% menos de emisiones de CO₂ durante el proceso constructivo.
Todos los ponentes coincidieron en señalar que el principal cuello de botella del sector es la escasez de profesionales formados.
Luis Catalán Abellán, director de marketing y business development de Schneider Electric Iberia, fue contundente:
“A la falta de mano de obra cualificada se suma un grave problema de relevo generacional. El 30% de los trabajadores actuales tiene más de 40 años”.
La construcción industrializada se presenta como una solución estructural, pero exige un cambio profundo en la formación de arquitectos, ingenieros y operarios, adaptándolos a procesos más industrializados y tecnológicos.
El sector coincide en que la formación profesional será clave. Muchas empresas ya colaboran con centros educativos para captar talento joven, pero reclaman una implicación más activa de la administración pública.
Álvaro Nogueria señaló que el nivel de industrialización actual ronda el 60% y que su objetivo es seguir incrementándolo mediante nuevas fábricas y centros de formación especializados, pero subrayó que:
“La administración pública también debe implicarse, porque los proyectos formativos deben estar acreditados”.
En esta línea, José Manuel Suárez, director general de GERFLOR, añadió que:
“En formación tenemos que estar unidos. Las acciones individuales no son suficientes; el Estado debe participar activamente”.
Otro aspecto clave es el cambio en las condiciones de trabajo. La construcción industrializada permite trabajar en entornos controlados, alejados de las inclemencias climáticas, con procesos más estables y tecnificados.
Esto contribuye a mejorar la percepción del sector, tradicionalmente asociado a trabajos duros y poco atractivos, y abre la puerta a captar nuevos perfiles, incluidos más jóvenes y mujeres, cuya presencia sigue siendo baja pero creciente.
Más allá de la tecnología, el gran desafío es el cambio de mentalidad. Simone Mazzoli, business development manager de AkzoNobel para el sur de Europa, lo resumía así:
“El principal reto es cultural. La construcción tradicional sigue siendo muy artesanal. La clave está en la constancia, la durabilidad y en tener el producto siempre listo”.
La resistencia al cambio sigue existiendo tanto en empresas como en usuarios finales, pero los beneficios son claros: mayor calidad, mejor diseño, eficiencia energética y sostenibilidad.
La transición hacia la construcción industrializada también exige una transformación interna de las propias compañías. Muchas han tenido que revisar sus procesos, estructuras y forma de trabajar para integrarse en este nuevo modelo.
Según los expertos, este esfuerzo se traduce en productos finales de mayor calidad, gracias a las sinergias entre empresas y a un ecosistema industrial cada vez más maduro.
Desde el sector se valora positivamente el impulso de planes estratégicos de vivienda tanto a nivel estatal como autonómico, especialmente en comunidades como el País Vasco o Cataluña. No obstante, persiste una barrera relevante: la falta de productos financieros adaptados a este tipo de construcción.
La construcción industrializada representa una oportunidad real para transformar el mercado inmobiliario en España, mejorar la calidad de la vivienda, reducir emisiones y responder de forma más eficiente a la creciente demanda residencial.
El reto ya no es tecnológico, sino cultural, formativo y estructural. Superarlo marcará el futuro del sector en los próximos años.