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Autora: Esther García López
Fuente: finanzas.com
Dejar todo atado y bien atado en una herencia es el objetivo al redactar testamento y la forma más eficaz de conseguirlo es nombrando a un albacea.
La figura del albacea, recogida en el Código Civil, se encarga de que se cumplan las últimas voluntades del testador y de administrar su patrimonio hasta que se reparta la herencia.
Es, en definitiva, el ejecutor del testamento. Debe interpretar el testamento, hacer inventario y valorar los bienes de la herencia, pagar las legítimas, liquidar las cargas y administrar el caudal hereditario.
Pero eso no es todo, también tiene que velar por la seguridad de los bienes, partir y adjudicar la herencia a los beneficiarios, representar al fallecido en asuntos legales relacionados con su patrimonio y rendir cuentas ante los herederos y ante un juez.
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Todas estas atribuciones hacen que la carga encomendada al albacea sea, en muchos casos, muy pesada y difícil, sobre todo si los herederos están enfrentados. En estas situaciones le corresponde mediar entre ellos para conseguir que lleguen a un acuerdo.
Para evitar problemas el albacea puede declinar el nombramiento y más teniendo en cuenta que su labor no está remunerada.
«Se trata de un cargo voluntario, que debe ser aceptado por la persona en cuestión. No es obligatorio dar retribución alguna por las funciones que cumpla, pero el testador puede especificar que se le otorgue algún tipo de remuneración», señalan desde el bufete Garanley Abogados.
Las dos situaciones en las que se hace casi imprescindible nombrar un albacea son que se trate de grandes herencias con muchos bienes a repartir o en las que exista una mala relación entre los herederos.
También es eficaz cuando lo heredado sean “negocios familiares, actividades empresariales o bienes que producen rendimientos», apuntan desde el despacho de abogados Herento.
En todos estos supuestos, el albacea debe proteger la herencia y administrar los bienes de la forma más beneficiosa para los herederos hasta su reparto, tratando de evitar enfrentamientos entre ellos.
Aunque esto no siempre se consigue, basta recordar un caso mediático en que la figura del albacea fue determinante en el reparto de la herencia: el de la cantante Rocío Jurado.
Su albacea, Ana Iglesias, era una amiga en quién confió para proteger la herencia de sus tres hijos frente a sus hermanos, que a lo largo del proceso cuestionaron las decisiones de la albacea al considerarlas injustas.
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La función de albacea la puede ejercer cualquier persona en la que confíe el testador. Eso sí, debe ser mayor de edad y tener capacidad de obrar. No se exige formación legal, pero en muchos casos los testadores nombran a abogados o a notarios de su confianza.
Un requisito indispensable es que el albacea acepte serlo. También puede rechazar el nombramiento para lo que tiene un periodo de seis días que empieza en el momento en que se le anuncia su nombramiento o desde que se entera de que ha fallecido el testador.
No tiene que justificar su decisión, cuando sí tiene que hacerlo es si acepta y luego decide renunciar. En este caso “debe tener una justa causa y acudir a un notario”, señalan desde Garanley Abogados.
Los motivos de renuncia incluyen padecer una enfermedad, enfrentamientos con los herederos o si se pueden producir perjuicios si continúa en el cargo.
El plazo que tiene el albacea para cumplir sus funciones es de un año si no se ha establecido otro periodo en el testamento, pero se puede prorrogar si en ese plazo no ha finalizado su cometido.